TEORÍA DE SISTEMAS
La teoría general de sistemas formulada por Bertalanffy,
orientada a la producción de teoría y formulaciones conceptuales que puedan
crear condiciones de aplicación en la realidad empírica, ha sido adaptada por la
teorías de sistemas (TS) a las organizaciones, la cual entiende el cambio como
un punto en la continuidad del orden al caos en un sistema que constantemente
evoluciona, y que permite la evaluación de acciones presentes de una forma más
precisa en un esfuerzo por mantener un balance creativo en los sistemas
operantes (Comfort,1997).
Uno de los principios de la TS es el holismo o totalidad, que enuncia
que un cambio en una de las unidades del sistema, probablemente producirá
cambios en las otras; el resultado será un ajuste a todo el sistema evidenciándose
una relación de causa/efecto a la luz del análisis interno del sistema; si a
ello se suman las interacciones con el entorno, surgen los conceptos de
control, autonomía y apertura.
La TS parte de la concepción de las organizaciones como sistemas
abiertos, caracterizadas por un proceso de cambio permanente dadas su
interrelación con el entorno, constituido por otros sistemas. Cuando el
intercambio cesa, el sistema se desintegra, es decir, pierde sus fuentes de
energía. Si la organización no tiene capacidad para adaptarse a ese entorno
-capacidad de cambio-, verá seriamente afectada su supervivencia. Según esta
teoría, los sistemas reaccionan al cambio o lo anticipan por intermedio del
crecimiento que asimila las nuevas entradas de energía en la naturaleza de sus
estructuras, dando así lugar a la homeostasis como un mecanismo regulador.
EL HOLISMO
La holística representa una
oportunidad para trascender la fragmentación y el reduccionismo hacia
experiencias integradoras donde se aprecie cómo el efecto de totalidad
determina el sentido de las cosas, de la vida, del universo, pero se traduce a
través de múltiples y variados eventos, grandes y pequeños, extraños y
familiares, naturales e insólitos, el todo como todo es imposible percibir pues
abruma, enceguece; por ello, el todo se revela como detalle, como signo, como
evidencia, como particularidad.
En la holística, los procesos
comprensivos, como también la manera de conocer ocurren, de manera
sintagmática, esto es, mediante desarrollos integrativos en los cuales el
conocimiento que antecede es contenido por el saber que prosigue a partir de
comprensiones novedosas.
Los eventos y las situaciones que
expresan la realidad se perciben y se atienden según las variadas maneras como
ocurren, a fin de generar una dinámica comprensiva que establezca relaciones y
propicie descubrir el sentido integral de las cosas. De ahí que la holística
constituye, además,
un llamado a desarrollar nociones
integradoras, participativas y en general sobre cualquier aspecto donde el ser
humano este presente.
También la holística alude, la
tendencia que permite entender los eventos desde el punto de vista de las
interacciones que los caracterizan; corresponde a una condición interpretativa
orientada hacia la comprensión contextual de los procesos, de los protagonistas
y de sus contextos.
De tal manera que la holística se
refiere a la manera de ver las cosas enteras, sin la idea de fragmentación, en
su conjunto, en su complejidad, pues de esta forma se pueden apreciar
interacciones, particularidades y procesos que por lo regular no se perciben si
se estudian los aspectos que conforman el todo, por separado.
PARADIGMA DE LA COMPLEJIDAD
La ‘complejidad’ constituye una
perspectiva novedosa y marginal en la ciencia contemporánea; su carácter de
novedad radica en que el estudio de la complejidad implica, en buena medida, un
quiebre o discontinuidad en la historia de la ciencia o, más precisamente
dicho, en la racionalidad científica occidental. La complejidad introduce, en
el terreno de las ciencias, una racionalidad post-clásica que habilita e incorpora
problemas ignorados o vedados por el pensamiento científico moderno.
Estos problemas involucran, en un
sentido no exhaustivo, cuestiones relativas al desorden, el caos, la
no-linealidad, el no-equilibro, la indecibilidad, la incertidumbre, la
contradicción, el azar, la temporalidad, la emergencia, la auto-organización.
La complejidad puede entenderse, por lo tanto, como un paradigma científico emergente
que involucra un nuevo modo de hacer y entender la ciencia, extendiendo los
límites y criterios de cientificidad, más allá de las fronteras de
la ciencia moderna, ancladas
sobre los principios rectores del mecanicismo, el reduccionismo y el
determinismo (Delgado Díaz 2004; Morin 2004b; Sotolongo y Delgado Díaz 2006;
Vilar 1997).
Lo que hoy suele llamarse ‘teoría
de la complejidad’ -en singular-, o en su denominación más pluralista, ‘teorías
de la complejidad’ -en plural-, es en realidad el nombre de un campo con
límites borrosos que abarca, en su formulación científica, a las teorías de los
sistemas complejos en sentido amplio (sistemas dinámicos, sistemas no lineales,
sistemas adaptativos), la teoría del caos y los fractales, (Morin 2004a; Reynoso 2009). Lo cierto es que
no existe en la actualidad, una teoría unificada de la complejidad, que
sintetice y sistematice de modo explícito los aspectos fundamentales de las
distintas y variadas teorías, métodos y algoritmos de complejidad elaborados en
el marco de ciencias y disciplinas disímiles. La complejidad, en tanto
problema, conjunto de teorías y métodos y, en un sentido más general, como
campo de estudios de la ciencia contemporánea, o mejor aún, como un paradigma
científico emergente, es incluso más marginal en las ciencias sociales y
humanísticas.
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